Cuando lo encontré y llegué a la salida sudaba del estrés durísimo, o quizás de correr por todos los estacionamiento de galerías, estaba seguro era el tercer piso, recordaba estaba muy lleno como en esos días de tráfico cabrón que parece no cabe un alma en la calle, y sin embargo estoy seguro no hay almas en la calle. La estúpida máquina no tomó mi boleto pues me había pasado de tiempo.