Ya perdió su cel este pendejo deben estar pensando todos. Vienen mientras estoy como loco porque me duele la cabeza horriblemente, en la aplicación de Google buscando como imbécil pero debe estar apagado pues ya no tenía pila. Lo peor es que me hace sentir un poco liberado, no tener celular, como si fuera a estar desconectado cuando ahora estoy en la computadora, pero es que ¿qué podría hacer hoy en día sin esta mierda?, le contaba el otro día a mis padres cuando chico jugando con el cartón que por ahí quedaba le hacía dibujitos como de una laptop y acomodaba un pequeño cubículo con los libros y cajas que tenían en el cuarto de la computadora donde Pablo jugaba a cada rato.
Me gustaba imaginar que hacía cosas importantes en mi ordenador rodeado de libros, creaba historias como las que mi padre nos contaba antes de dormir. En aquel tiempo no leía pero buscaba entenderlo como por ósmosis. Veía a mi padre ocupado al teléfono y encontraba un momento para al borde de la cama exagerar historias increíbles aunque a veces interminables.
Cada cierto tiempo vuelvo a la página y actualizo esperando que alguien lo cargue y así adivinar su sitio, que tengan un poco de compasión. La compasión es un acto demasiado humano en días como estos, ya casi nunca me duele la cabeza pero todo mi día se basa en ser productivo, en estar triste si no soy lo suficiente y nunca termino siendo, pero a veces me pongo contento, puedo estar en mi propio mundo y soy feliz, el otro día en el camión empecé a bailar muy natural moviendo el pie de poquito en poquito. La señora de en seguida no supo qué pensar, estoy seguro, me miraba a los ojos de repente esperando que enseñara un rasgo de trastorno mayor, pero nada, yo con mi mirada desviada como cuando bailo en la calle. No me gusta verme en los espejos cuando bailo, me gusta más bien ver mi sombra, me gusta ver la silueta que habito, a la gente que me mira estupefacta, risueña, asombrada, burlona, ciertamente curiosa.
Uno se da cuenta que realmente las herramientas nos forman, son símbolos que nos acompañan constantemente y no nos podemos quitar del todo, no nos podemos lavar ni con todo el jabón que hay en la escuela y seguido me pasa que ya se les ha acabado, de repente pienso que sería chistoso traer mi propio jabón a la escuela pero si pierdo el celular cada que puedo que será del jabón que necesito estar llevando a todos lados. Me propongo dejar ir, respirar cada cierto tiempo de manera más consciente y decir: todo está bien, en tratar de creerlo, firmemente.
Tengo la ilusión de que en el mundo se repiten ciertos patrones; se habla de la dualidad y la percepción de ella en este mundo en el que solo somos uno, en el que somos parte de ese uno desdoblado continuamente. Tengo la idea de que ese uno que cuenta con una dualidad de materia y antimateria, lo que es y lo que no, lo que se siente y lo que reacciona, también son tres, que se han representado con la sagrada trinidad: Trimurti, con el Padre el Hijo el Espíritu Santo, con el Karma el Dharma y la Asamblea Suprema, son cuatro los puntos cardinales, los elementos primordiales, las estaciones del año, las etapas de la vida (nacer, crecer, producir y morir), estos patrones también involucran nimiedades de la vida, se encuentran en todos lados y constantemente son escondidos por tanto estímulo que nos aborda desquiciadamente.
Se siente extraño no escuchar un mensaje, o peor aún, no poder ansiosamente cada ciertos minutos tomar una parte de mí mismo, a veces la parte que más me gusta de mí, y reconocerme a través de los stickers que mando y me mandan, de los memes que comparto para toda la gente y que como pequeños mantras me recuerdan la fugacidad de la vida, a través de las personas que saludo diariamente, que les mando besos y abrazos figurativos, me siento alejado, extraño, me siento en una isla desierta donde los mensajes llegan solo cada cierto tiempo, me siento libre, es cierto, nadie me espera, pero también es cierto que no puedo buscar a nadie. El otro día apenas me dijo Aranéa que los ácidos que se mete uno se guardan en el líquido cefalorraquídeo, me pregunto dónde escuchó eso porque no me la imagino leyendo un texto científico al respecto.
Cada cierto tiempo me levanto del asiento e instintivamente me alarmo por mi dispositivo, no puedo moverme del todo si no está cerca, si no tiene batería, no tengo qué mirar, dónde gastar los segundos de ociosidad hoy en día. El teléfono se ha vuelto un soma que parece carga con nuestro vibrar y cuando no está cerca uno deambula distinto, uno está aislado sin la sintonía que la sociedad brinda.
Los símbolos, las herramientas que se apoderan de nosotros no nos dejan descansar ni en sueños. Despierto sintiendo como que me falta una parte de la cama pero es que no he tenido oportunidad de cargar un dispositivo toda la noche, mi cuerpo lo busca bajo la almohada para revisar la hora y por si tuviera suerte de haber recibido algún mensaje a elevadas horas de la noche.
Todo lo he perdido. Las notas, ¿debería de recuperarlas? Todo lo que se ha ido ya está. Lo que me molesta es esta sensación de productividad, de sobriedad y aquí estoy bebiendo mi café después de echarme un cigarrito, y aquí estoy después de una noche de beber y escribir pero con una sensación de disminuida ansiedad, ¿será que puedo ser así con todo? ¿será que soy así con todo? Constantemente enganchado en este dopaje que no acaba, picándole a mi sistema mesolímbico dopaminérgico diariamente encontrando otra sensación que explorar/tar.
Hoy en día nadie te deja descansar, nada te deja de perseguir, todo existe en todos lados y nada queda del todo perdido, por eso nada realmente importa, por eso y muchas otras cosas más, quiero decir. Como sea hoy es un domingo, en algún lado he leído que los domingos son los días en los que más gente se suicida y lo creo firmemente, no sé porque alguna persona lo haría algún otro día más que un domingo. Para ser honesto este domingo no es tan terrible, parece como si las cadenas de todos los días hoy fueran más livianas. Como si hoy el peso no importara tanto…
La película de ayer fue muy buena, José. ha expresado sus ganas de querer cambiarse el nombre —lo he pensado también firmemente— le dije, luego sonreí con esperanzas de que hiciera lo mismo. José siempre ha sido de mis personas favoritas, muy parecido al lobo estepario si me preguntas pero a fin de cuentas un espejo para mí, un sitio donde ver a otro muy cercano, a otro que piensa de la vida muy parecido a mí y se expresa de igual forma. Me lastima y me molesta y dicen a veces que lo que te choca te checa, a mi me da mucha risa. Soy una persona en general más risueña que la mayoría pero suelo tener un semblante algo melancólico a veces. Me pregunto si todos pensamos lo mismo de todos nosotros. José es en general callado, ha logrado mantener un semblante oscuro casi toda su vida, casi toda su vida hasta ahora, hasta hace algunos meses, quiero decir.
—Si alguna vez estoy al borde de la muerte sabes bien que quiero que digas, ¿verdad?—.
Claro que lo sé, cómo no voy a saberlo si hablamos de eso cada vez más. El otro día tuvimos que leerlo, y estoy convencido usó palabras cristianas para que pierda el estigma con él, para que esté dispuesto a hacer una mezcolanza de mantras mientras respondan a su cosmogonía, José es una persona sin duda excéntrica en el amplio sentido de la palabra y me pregunto si él me mira demasiado normal, demasiado nadie. La verdad es que yo mismo me he sentido de esa forma, y logro sentirme así más frecuentemente los domingos, los días como hoy que pasan como si pasaran semanas, meses, como si cada pequeño pensamiento sucediera en otro día pausado y cierto, definitivamente gris.
Estuvimos buscando como locos la portada del libro que le presté, el libro que tanto quiere que le lea en sus peores. Se lo regalaría de no ser porque yo mismo no he podido mantenerlo en mis manos. Después de que lo regresó lo presté a Jade, la chica con la que salía y nunca he logrado lo devuelva. Hay cosas que uno no le importa tanto que vuelvan, busca como tonto una forma de quedarse cerca, de alguna vez volver o quedarte para siempre, o irte volando en otro corazón. Mi abuelo solía decir que es más tonto el que presta un libro que ese que lo regresa pero nunca lo conocí realmente, quizás mi abuelo quería decir que un libro no se presta, me gusta pensar que un libro muy pocas veces se presta si no que se entrega, que uno se entrega junto con el libro, que uno hace un trato extraño de dejar ir y retener y tiene que respirar lo mejor que pueda, uno tiene que recordar respirar conscientemente y no meramente como un impulso, como un acto involuntario y banal.
Respiro, otra noche que respiro y sueño que respiro profundamente. Como cuando uno sale de nadar mucho tiempo y pareciera el aire de los pulmones está por acabarse, como cuando te besas por mucho tiempo con alguien que su aliento se les acaba y lo más sencillo es respirarse mutuamente. Hay algo dentro de mí que me dice que estoy descargado, no puedo mantener a nadie cerca porque todos los días estoy distraído en mis inmediateces, es como si todo el tiempo todos estuviéramos en todos lados, en todos lados menos en nosotros mismos. En todos lados es en cualquier sitio menos con uno, es en todos los demás, en todas estas versiones que solemos crearnos y el algoritmo solo facilita.
Uno solo escucha lo que quiere escuchar, y puedes pensar muchas cosas aunque no está bajo tu control, tampoco lo que uno piensa, tampoco lo que uno ve, estamos atrapados en nuestra propia telaraña, en nuestra propia burbuja incansable que flota en el espacio constante, o en el vacío de un caminar perpetuo, de una corriente que no cesa, que no moja.
Es indiscutible ahora, me conviene desapegarme de tanta ilusión que representa la realidad en la que vivo. Tengo que volver al estado de ondas beta, recordar qué hago en este sistema: producir, producir, ganar, ganar. Tener cosas, ser grande, crecer, producir, eventualmente juntar suficiente dinerito para poder hacer lo que quiero de mi vida porque la vida es cara, sí la vida cuesta y uno no sabe las adversidades que puedan llegar a ocurrir, tiene que estar lo más preparado que se pueda, dicen, sí así es como debería hacerse, tiene sentido tener cuidado, andar precavido siempre.
Leí detenidamente tus reflexiones, acaso tu ensayo, no lo sé, nunca he leído uno al menos sabiendo que lo hago, escribes cada ve más fluido, llevas de una manera más suave al lector. Hablas del sentir propio, de tus ideas y de las percepciones tal cual te llegan, en dos oportunidades me refieres, con tu abuelo (mi padre), a quién mil veces mencioné como mi mejor amigo… mientras tras vivió. Su dicho era exactamente ese ,los libros no se prestan y pues esa es la traduccion del dicho . La otra parte donde le mencionas ,sobre los cuentos que les contaba por las noches y que siempre me quedaba con la idea que nunca les ponía demasiada emocion( como cuando yo era niño y mi padre nos los contaba a mi y a mis 4 hermanos, todos arriba de su cama y haciendo a un lado a mi mamá, que después me dijo que se sentía excluida), siempre me quedaba con la idea de en lugar de contarles algo, les debía leer las fábulas que siempre he creído saber.
Es un halago para mi tus menciones , y siempre una sonrisa y un dejo de tristeza al leerte, por como cuentas tus cosas
Te amo siempre
Tu papá
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