Despierto y este puto limbo. Ocho de la mañana con veinticinco minutos, voy tarde y necesito lavarme al menos la cara. Detrás del dispositivo veré al incansable bardo, al hechicero grandilocuente, al predicador literario, a veces solo quisiera pudiera callar, en algún momento tendrá idea ¿quién soy realmente? Prendo la radio en lo que me baño y hablan sobre cinco personas más desaparecidas, víctimas de las cruzadas modernas. Nos ataca el narco. Nos inunde el dinero. Después de la clase a esclavizarme en la colmena, en la red de esclavos mal-pagados. Solo espero salir de la escuela para poder transmutar en una mariposa del fracaso.
Al salir del baño en el espejo encuentro los mismos lunares mal posicionados. Qué desfavorable. Miro mis manos flacas. Mis ojos tristes. Qué penoso. Pienso en la pesadez del auto-exilio. De la pretensión a la que desesperadamente me someto. Prendo la camara. Los miro a todos y no miro a nadie. No miro nada.
Yo sonrío.