Desperté sin sueño y un poco encandilado, con el estómago vacío y la sensación de que llevaba demasiados días seguidos pisteando de una forma desmedida
Cuando subí al carro el olor a mota era penetrante, para un consumidor obsesivo fue reconfortante. Rastros de pasto verde y algunos motes del polvo blanco de la otra noche.
Mi estómago rugió. Como ese león que ha estado mucho tiempo cautivo en un pequeño circo, haciendo la función de los que tienen para pagar unos tontos pesos y suficiente poco corazón para disfrutar ver un animal domado.
La estática del radio me reventaba pero pegado al celular no podía pensar en una canción particular para recitar en mi mente, para consolarme de mi mísera existencia.
El ciclo en que todo se repite.
Todos los días son jueves cuando tengo suerte.
A veces siempre son domingos.
Desolados y aburridos domingos.
Jueveses y Domingoses
